Aguas Rojas Profundas (2024)

Aguas Rojas Profundas (2024): Bajo la Superficie Se Encuentra Algo Hambriento
Tensa, inquietante y llena de misterio, Aguas Rojas Profundas (2024) es un thriller psicológico que te atrapa desde su inquietante inicio y no te suelta hasta que la última ola sangrienta se desvanece. Dirigida por Ari Aster, en un giro audaz respecto a sus raíces habituales en el terror, esta pesadilla marítima de ritmo lento es tan cerebral como visceral, y nada en el terror.
Ambientada frente a la costa de un remoto archipiélago escandinavo, la historia sigue a la bióloga marina Dra. Lena Korrin (interpretada por Claire Foy), quien llega para investigar una serie de extrañas perturbaciones acuáticas. Lo que comienza como una investigación científica se convierte rápidamente en algo mucho más aterrador cuando Lena descubre que las aguas bajo la isla albergan un secreto anterior a la civilización, y que está despertando.
La genialidad de la película reside en su contención. En lugar de basarse en sustos repentinos o monstruos descontrolados, Deep Red Waters construye su terror a través del sonido, el silencio y la lenta revelación. Un pulso de sonar. Una transmisión de radio en una lengua muerta. Una onda sin viento. Es una película donde el miedo no se limita a lo que hay en el agua, sino a lo que llevamos dentro.

Claire Foy ancla la película con una actuación poderosa y reveladora. A medida que la obsesión de Lena se profundiza, su cordura se resiente y su pasado —incluyendo una tragedia familiar enterrada durante mucho tiempo relacionada con la isla— resurge con escalofriantes implicaciones. Su descenso es a la vez trágico y aterrador, y su carga emocional le da a la película una verdadera sustancia.
Mads Mikkelsen aparece en un fascinante papel secundario como Elias Strand, un pescador solitario con un conocimiento mítico del mar. Sus advertencias son crípticas, su historia se entrelaza con el folclore local, y su presencia perdura como el aire salado: inquietante y esencial.

Visualmente, la película es una obra maestra de atmósfera. Cielos grises, barcos oxidados, mareas teñidas de rojo carmesí: cada fotograma está impregnado de una belleza melancólica. La banda sonora, de Ryuichi Sakamoto, es un canto fúnebre minimalista, inquietante y triste, como si el propio océano cantara una nana a los muertos.

Para cuando se revela la verdad —una mezcla de ciencia, mito y horror ambiental—, Deep Red Waters ya ha causado estragos. No te deja con respuestas, sino con preguntas que resuenan en la oscuridad.
Calificación: 9.1/10 – Hipnótica, inteligente y profundamente inquietante. Deep Red Waters no es solo un thriller: es una elegía por un mundo ahogado en pecados olvidados.